Desafíos económicos para las economías en desarrollo en el siglo XXI
Las proyecciones del Banco Mundial nos presentan un panorama inquietante para las economías en desarrollo. A medida que nos adentramos en el primer cuarto del siglo XXI, se anticipa que estas economías, que son responsables del 60% del crecimiento mundial, enfrentarán las perspectivas de desarrollo más débiles desde el año 2000. ¿Qué significa esto para el futuro de estas naciones y para el mundo en general?
Un crecimiento estancado y desigual
Aunque se prevé que la economía mundial se estabilice en los próximos dos años, las economías en desarrollo avanzarán a un ritmo notablemente más lento. Se estima un crecimiento del 4% en los próximos dos años, pero este número sigue siendo insuficiente para cerrar la brecha con las economías avanzadas. ¿No es sorprendente pensar que, a pesar de la esperanza de una recuperación, el crecimiento aún no alcanza los niveles prepandémicos? Esto pone de relieve la necesidad urgente de políticas que promuevan un desarrollo más equitativo y sostenible.
Las cifras son reveladoras: desde 2014, excluyendo a gigantes como China e India, las tasas de crecimiento de la renta per cápita en las economías en desarrollo han sido consistentemente más bajas que en las naciones ricas. Este fenómeno no solo agrava la pobreza, sino que también amplía la brecha entre ricos y pobres, un reto que no podemos ignorar.
La desintegración de la economía global
El informe del Banco Mundial destaca una tendencia preocupante: la integración económica mundial ha disminuido drásticamente desde la crisis financiera de 2007-2008. La inversión extranjera directa, que solía ser un motor de crecimiento, ha caído a niveles alarmantes, representando apenas la mitad de lo que era a principios de los años 2000 en las naciones en desarrollo. ¿Qué ha pasado con la confianza de los inversores?
Además, las restricciones comerciales han alcanzado cifras cinco veces superiores a la media de 2010 a 2019, lo que ha ralentizado el crecimiento promedio de estas economías de un 5,9% en los 2000 a un 3,5% en la actualidad. Esto plantea una pregunta crítica: ¿cómo pueden las economías en desarrollo adaptarse y prosperar en un entorno tan desafiante?
Vientos en contra: retos inminentes
El economista Indermit Gill ha señalado que los próximos 25 años podrían ser más difíciles para estas economías que los últimos 25. Las razones son claras: una carga de deuda elevada, un débil crecimiento de la inversión y la productividad, y los crecientes costos asociados al cambio climático son solo algunos de los obstáculos que enfrentan. Las naciones en desarrollo necesitan urgentemente una hoja de ruta que priorice reformas internas. ¿Cómo se puede lograr esto?
Impulsar la inversión privada, fomentar relaciones comerciales más robustas y utilizar de manera más eficiente los recursos son pasos cruciales. La construcción de infraestructuras y la potencialización del capital humano también juegan un papel vital en este proceso. Sin embargo, el camino no será fácil, ya que la incertidumbre económica, las tensiones comerciales y la inflación son riesgos que pueden frenar el progreso.
En este complicado rompecabezas, el desempeño de potencias como Estados Unidos y China se convierte en un factor determinante. La estabilidad y el crecimiento de estas economías influyen directamente en las perspectivas de desarrollo de las naciones en vías de desarrollo. En un mundo interconectado, lo que sucede en una parte del globo puede repercutir en otra, y es fundamental estar atentos a estos cambios.